1 jul 2009

LA VIOLENCIA DE GENERO EN AFRICA (Entrada programada)

Rompiendo el silencio
La lucha con
tra la violencia de género en África



Una de cada tres mujeres en el mundo ha sido agredida físicamente o ha sufrido algún tipo de abusos sexuales, normalmente por alguien que ella conocía e, incluso, dentro de su mismo entorno familiar. Así lo confirmaba un informe elaborado en el año 2000 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Además, la violencia doméstica se ha convertido
en la principal causa de lesiones y muerte entre las mujeres de todo el planeta, como también
constata un informe de Amnistía Internacional.
Cifras escalofriantes que han llevado a los gobiernos de prácticamente todo el mundo a condenar la violencia contra la mujer y, en muchos casos, a aprobar nuevas leyes para erradicarla de la población.

Normas que en su práctica han resultado a menudo fallidas pues no consiguieron reflejar las necesidades reales vividas a diario por estas mujeres. Condicionamientos económicos o culturales, entre otros, que han mermado con frecuencia la efectividad de unas normas parlamentarias que distan de la realidad social de sus países.
La violencia de género es una realidad cotidiana que los países africanos entienden hoy como una de sus grandes asignaturas pendientes. No solo por sus lagunas legales, sino por la estigmatización de una violencia que generalmente se ha considerado como un problema que debía solucionarse en la esfera privada.
Una cultura de silencio que ha comportado, además de menoscabar los derechos básicos de la
mujer, graves secuelas en ella. Otra cifra: casi el 60 por ciento de las personas que viven con el VIH en Zimbabwe son mujeres. Precisamente, las mujeres de entre 15 y 24 años presentan un riesgo de contagio del Sida hasta seis veces superior a los varones en la misma franja de edad. Datos que se extienden también a otros países africanos como Sudáfrica o Zambia. Varios estudios concluyen que existe una relación directa entre Sida y violencia de género.
Otro agravante es el asedio generalizado de las autoridades cuando una mujer se decide a denunciar su situación, dato muy preocupante que varias asociaciones de Zimbabwe han puesto de manifiesto.
Organizaciones como el Proyecto Musasa o la Asociación de las abogadas de Zimbabwe han alzado su voz para acabar de una vez con una violencia que afecta a gran parte de su población en la que al menos una cuarta parte de sus mujeres ha sido objeto de la violencia por parte de su pareja y una quinta parte ha sido amenazada con violencia física.
Ante tanto desaliento, finalmente un dato positivo. Y es que tras diez años de intenso debate, Zimbabwe está a punto de estrenar su nueva ley contra la violencia doméstica. Después de que el Parlamento haya conseguido aprobar el proyecto de ley a primeros de este mismo año, ahora sólo queda esperar la rúbrica de su presidente, Robert Mugabe. Una ardua discusión que ha superado los anquilosados argumentos de la oposición. Así, Timothy Mubhawe, político opositor, se basaba en la inferioridad de la mujer con respecto al hombre para calificar de peligrosa la
aprobación del nuevo proyecto de ley en Zimbabwe.
Al mismo tiempo, la ministra de Asuntos de la Mujer, Oppah Muchinguri, ponía encima de la mesa otro dato alarmante: más del 60 por ciento de los homicidios en el país estaban directamente relacionados con la violencia doméstica. Argumentos dispares que se han sucedido a lo largo de una década, tiempo en el que los casos de violencia doméstica se han incrementado notablemente en el país. Sin embargo, la insistencia de asociaciones de mujeres, las organizaciones no gubernamentales y los activistas han logrado dar uno de los pasos más importantes en materia de reivindicación de los derechos de las mujeres en Zimbabwe: la restauración de su dignidad procurando la eliminación de la violencia de género.

Ahora, Zimbabwe deberá hacer frente a otro gran reto: conseguir que la población asimile las nuevas reglas del juego, desmenuzar las leyes, hacerlas accesibles... y aplicarlas. Todo ello no podrá llevarse a cabo sin un cambio radical de las actitudes sociales que imperan en el país y sin una concienciación real acerca de la violencia de género. El proyecto Musasa, en Zimbabwe, ha desafiado desde 1988 todas aquellas actitudes que favorecían y justificaban la violencia contra la mujer.


Por Carol Díaz Tapia



TESTIMONIOS:


Faduma Abdi Ibrahim se describe a sí misma como una zombi ambulante. En 1994 fue secuestrada en su casa de Somalia por una banda de 28 bandidos que la violaron por turnos durante meses.
''Cada día y cada noche rezaba para morir'', recordó.
Los bandidos, que pertenecían a una de las milicias responsables de la actual guerra civil en Somalia, le dispararon en el brazo derecho y luego la abandonaron, creyéndola muerta.
Ibrahim, que ahora vive en el campo de refugiados de Kakuma, en Kenia, dijo que si bien algunas buenas samaritanas la salvaron de la muerte, personalmente no tiene ningún motivo para vivir. ''Se apoderaron de mi vida y mi dignidad'', expresó.
Ibrahim es una de las 250 sobrevivientes de violencia de género de todas partes de Africa que viajaron a Nairobi para prestar testimonio ante un Tribunal Africano de Mujeres, instalado a fines del mes pasado.
El simulacro de juicio, organizado por el grupo humanitario Al- Taller con el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem), fue la primera audiencia pública donde se escucharon testimonios sobre violencia contra las mujeres en Africa.
''Se trata de un tribunal simbólico que permite a mujeres víctimas de violencia hacer públicos sus problemas'', explicó Mary Okumu, quien dirige Al-Taller en Nairobi. Durante los dos días de audiencias, las testigos hicieron estremecedores relatos de todo tipo de actos violentos en su contra.
Otra mujer somalí que también vive en el campo de Kakuma conmovió hasta las lágrimas al tribunal cuando contó cómo los bandidos obligaron a su hijo a violarla.
''Mi hijo se negó diciéndoles que era su madre, pero no lo escucharon. Dispararon al aire y grité. Le dije a mi hijo que lo hiciera para que salvara la vida'', relató.
La guerra civil en Somalia estalló en 1991 tras el derrocamiento del presidente Siad Barré. El país del Cuerno de Africa está ahora dividido en zonas controladas por distintos clanes que luchan entre sí.
Mujeres de Ruanda hicieron relatos similares sobre asesinatos y violaciones contra sus seres queridos durante el genocidio de 1994, en el que perecieron hasta un millón de personas.
Así mismo, mujeres de Etiopía expresaron preocupación sobre la creciente violencia cultural a través de prematuros matrimonios forzados. En algunas comunidades etíopes, muchas niñas son casadas a la edad de seis años.
Una adolescente keniana contó como un ministro del gobierno la violó cuando tenía 13 años. La joven, ahora de 16, tuvo que dejar la escuela cuando se dio cuenta de que estaba embarazada.
''***** (el ministro) me amenazó y me dijo que no hablara. Dijo que no había manera de que una chica pobre como yo lo pudiera perjudicar, porque él estaba siempre con el presidente'', relató al tribunal.
Sobrevivientes de la violencia doméstica también narraron sus padecimientos. Silvia Svanda, una directora de escuela de Zimbabwe, muchas veces se vio obligada a pasar la noche en casa de vecinos debido a los frecuentes ataques de su marido.
''Mi marido era realmente un individuo violento. Supuestamente, en mi casa, yo debía ser vista pero no escuchada. Para una mujer profesional como yo eso era imposible, y lo dejé'', contó.
Svanda aseguró que no se arrepiente de haber puesto fin a esa relación abusiva tras enterarse de que su ex marido ahora está muriendo de sida. ''Mientras creamos que no podemos vivir por nuestra cuenta, nunca saldremos de semejantes matrimonios'', dijo.
Muchas sobrevivientes mostraron marcas en sus cuerpos, como dientes faltantes, cortes con objetos afilados o heridas de bala. Otras estallaban en un llanto histérico, un síntoma de trauma psicológico.
''Los testimonios ayudaron a destraumatizar a mujeres víctimas de violencia y a promover la reconciliación en diferentes sociedades'', apuntó Inonge Leweanika, de Zambia, uno de los jurados del tribunal.
La sudafricana Martha Mudlala acusó al pasado régimen del apartheid, que gobernó hasta 1994, de obligarla a crecer en la pobreza.
La pobreza fue agregada a la lista de las diferentes formas de violencia padecida por las mujeres. ''El apartheid se llevó nuestros derechos económicos y nos despojó de todas nuestras propiedades'', afirmó.
Cuando era niña, Mudlala fue separada de su padre, que debió trabajar en Johanneburgo, y sólo se le permitió enviar a su casa 34 dólares cada dos meses para mantener a una familia de ocho. ''Las leyes eran tan duras que no podíamos ir a visitar a nuestro padre en Johannesburgo'', contó.
Su colega, Mama Lydia, dijo que debió cambiar su identidad para encontrar un trabajo decente durante el apartheid.
''Como negra, sólo podía obtener trabajo como sirvienta doméstica. Tuve que falsificar mi cédula de identidad y aparecer como mestiza. Si me hubieran descubierto, habría ido a la cárcel por al menos cinco años'', dijo.
Mariah Sheba, una periodista de Tanzania, culpó de la marginación de las mujeres al colonialismo y la traición de los líderes africanos.
''La mujer africana fue una criatura libre y digna hasta que apareció el moderno modelo económico que le quitó todo poder de decisión'', expresó.
''Antes de la independencia, las mujeres eran instadas a luchar por la libertad contra el poder colonial y, a cambio, se les prometió la igualdad. Sin embargo, las mujeres han seguido siendo pobres e ignorantes de sus derechos'', dijo.
Wangary Maathai, una ambientalista de Kenia perseguida por el gobierno de Daniel Arap Moi por su resistencia a la venta de tierras públicas y bosques, manifestó al tribunal que también las mujeres, en parte, son culpables de su propia marginación.
''Esto se debe a que, en general, las mujeres tienden a subestimarse y a dejar que otros digan quiénes son y cuánto valen'', se aló.
Maathai urgió a las mujeres a no culpar a los demás. ''Es hora de escribir un capítulo diferente en nuestra larga historia de lucha y hacernos cargo de nuestro destino'', exhortó.
Sin embargo, las mujeres africanas no se resignan a ser víctimas de la violencia.
Gertrude Ochieng, de Kenia, contó cómo debió luchar contra su familia política para conservar las propiedades y la tierra de su marido desde que éste falleció, en 1968. ''He sido golpeada muchas veces, pero me mantuve firme. ¿A dónde esperan que vaya si me quitan mi tierra y mi casa?'', preguntó.
Anne Nyaberi, de la Federación Internacional de Mujeres Abogadas, con sede en Nairobi, dijo que a pesar de los tristes relatos sobre la condición de la mujer, hay cierto progreso en Africa.
Organizaciones femeninas de Kenia han logrado imponer un tercio de mujeres en una comisión abocada a la reforma de la Constitución, destacó. ''Esto dará mejor oportunidad a las mujeres de participar directamente en su bienestar''.
Este año, el parlamento de Kenia también aprobó una ley sobre igualdad de género. ''Están ocurriendo cosas que podemos celebrar'', subrayó Nyaberi.

Fuente:
http://www.nodo50.org/mujeresred/





ANTE LA PRIMERA SEÑAL
DE MALOS TRATOS LLAMA


8 comentarios:

  1. Que dificil es todo Baci, imprecionante ver estas cosas, espero estes bien un besito y buenas tardes y que estes muy bien.

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  2. Creo que en Äfrica es uno d e los lugares del mundo donde los derechos de las mujeres son prácticamente inexistentes, el odio racial, las guerras, la falta de educación, la pobreza, el menosprecio por la vida hace que como siempre,la mujer sea víctima, botín de guerra, descarga de odios contenidos...algo en lo que todo el mundo se debe comprometer para que se tome conciencia de lo que esas pobres mujeres están padeciendo.
    nuevamente felicito por el contenido comprometido de este blog.


    Saludos y gracias!

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  3. que terrible todo esto , es tan animal, tan falta de sentimiento, deberían cortarles el miembro con sufrimiento a aquellos salvajes que con un arma son piolas, y producen vejacioens a las pobres mujeres, son perros, no tienen corazón, dios los castigará por esto...... nosé......
    besosososo basilea , hace mucho que no se´de tí
    andrea
    vision-femenina

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  4. QUE CRUELDAD POR DIOS, CIERTO ES QUE NO SOLEMOS PARAR A PENSAR QUE OCURRE FUERA DE NUESTRAS FRONTERAS, SI ACA EN ESPAÑA, UN SUPUESTO PAIS CIVILIZADO OCURRE LO QUE OCURRE, EN EL TERCER MUNDO ES...... GRACIAS POR ACERCARNOS TAN CERCA ESTE PROBLEMA IMPLANTADO ALLI, BESOS CIELO, ¿COMO VA TODO?

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  5. COMO SIEMPRE SALTANDO FRONTERAS Y PREOCUPANDOTE POR EL MUNDO ENTERO, ESPERO QUE EN ESTOS MOMENTOS UNICAMENTE TE ESTES PREOCUPANDO POR TI, TE ESTES CUIDANDO MUXO Y ESTES DESCANSANDO. SE TE ECHA DE MENOS AMIGA Y DA SEÑALES DE VIDA!!!!!!!
    TE QUIERO AMIGA.COQUINA

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  6. CHE QUE SE ME OLVIDO POR SI LEES ESTO, AUN NO SE NADA Y MUCHOS PETONS, EL DOBLE O MAS JAJAJAJJA, QUE SE ME OLVIDO ANTES

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  7. Por casualidad y saltando de blog en blog he llegado a este sitio tan.... humano, te felicito por esta labor que estas haciendo defendiendo los derechos de los mas debiles.
    besos de chocolate.

    Dulcinea.

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  8. Gracias a todos por los comentarios en nombre de Basi

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Seria interesante saber tu opinión. Gracias.

Un bonsái no es un árbol que no crezca, es un árbol al que se le impide crecer, al que se le van podando ramas, cortando raíces, manipulando su crecimiento natural, a capricho absoluto de su cultivador. Pero al mismo tiempo, se va regando y cuidando con esmero para mantenerlo, porque el verdadero placer es que crezca bajo el control de sus manos y de su imaginación. Y así obtiene “su obra”. Es decir, la misma persona que va “destrozando” la planta es la misma persona que le permite que siga viva. Profesor psiquiatra forense Lorente Acosta (El efecto Bonsai)

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LA ARMONÍA DEL SILENCIO, mi nuevo blog.

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A veces, me refugio aquí.
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